Mateo Salinas fue el primer empleado de la empresa y hoy es el gerente general. Aquí cuenta su camino y proyecta lo que viene. “Queremos dejar una huella”, dice.

Una gran multinacional había puesto sus ojos en él. Inmediatamente después, le llegó una alternativa: hacerse cargo de lo administrativo en un proyecto inmobiliario que recién comenzaba. Aunque muchos de su generación soñaban con esa gran corporación, Mateo se decidió por la propuesta de una iniciativa que todavía no tenía oficina ni nombre. “Me ocupaba de seguir las señas, atender a los clientes y cargar los faxes”, cuenta sobre los inicios de Santa María de Tigre.

Primero en las casas de los parientes y después en un espacio en la escribanía Rueda, Mateo se convertía en el primer empleado de Eidico. Dos décadas después, es el gerente general de una empresa de 160 empleados y más de 16.000 hectáreas desarrolladas.

Al principio, reconoce, veía a esos comienzos de la empresa como “una changa más” en su recorrido. “Desde que terminé el colegio que hacía distintas cosas. Fui cadete, repartía verduras a domicilio y hacía filmaciones de reses. Creo que en ese momento preferí a Eidico porque no me gustaba o le tenia miedo a la competencia de las grandes compañías”, reflexiona.

Con el tiempo, Mateo entendió que en realidad su decisión tenía que ver con algo más profundo: una filosofía de vida y una forma de hacer las cosas que encontró en Eidico. “Somos un grupo de amigos trabajando con un ambiente y una cultura espectacular. Que dejamos la vida y buscamos el desarrollo personal y disfrutamos lo que hacemos y lo que fuimos logrando con cada proyecto que concretamos. No tenemos miedo de convocar a nuestros proyectos a familiares y conocidos porque no hay nada que ocultar”, explica.

Descubrir el potencial de Eidico no se dio inmediatamente. Mateo recuerda que no se imaginaron que estaban creando algo que iba más allá de los proyectos puntuales solo hasta 1997, con la consolidación de Santa Bárbara. Aunque la historia dos años después, sin embargo, comenzaban a mostrar su lado difícil. Sufrir la recesión y el golpe que significó la crisis de 2001 terminó de cambiar las variables.

“Creíamos que no nos paraba nadie y el mercado inmobiliario se frenó en seco. En ese momento creo que terminé de dar un salto madurativo como gerente al encarar todo el proceso con los proveedores y la renegociación de las obras”, cuenta.

La crisis sirvió también para probar el sistema. “Nuestras premisas –consorcio al costo, suscripción completa y atomización de inversores– se defendieron muy bien. No frenamos nunca y por esa razón la gente apostó a Eidico después de la crisis”, relata. Con la recuperación llegó la innovadora Villa Nueva, la increíble Costa Esmeralda, el magestuoso San Sebastián, entre otros, que rápidamente se convirtió en un boom. “En el 2004 comenzaron los años de crecimiento más fuertes. Pasamos de 20 a 160 empleados y vivimos procesos internos muy importantes”, cuenta.

Entre ellos recuerda una serie de encuentros con lo socios en 2007 en los que tomaron la decisión de fortalecer a la empresa todo lo posible, no dejar de buscar el crecimiento de la misma, aunque con una condición: no sacrificar la cultura de Eidico en pos del crecimiento. El crecimiento se busca como necesidad para el desarrollo de nuestra gente y el conjunto y no solo la empresa.

Mantener esta idea es, para Mateo, uno de los grandes desafíos del futuro. A la par, nombre otros dos: lograr el traspaso generacional y que la institución sobreviva a las personas para que Eidico pueda “cumplir los 100 años”. El reto final es cómo se logra esa meta temporal. “Queremos dejar una huella. Buscamos proveer soluciones de vivienda a muchos y también crear un modelo de empresa que muestre que se puede ser bueno y, al mismo tiempo, ganar dinero y crecer”, resalta. Creamos y pensamos la empresa para que sea un medio en el que todos los que pasan por ella se desarrollen. Clientes, empleados, proveedores, comunidad, puedan crecer junto con cada desarrollo.

Sueños no faltan. “En 20 años me encantaría que Eidico fuera el desarrollador más importante de la Argentina. No por el título en sí mismo, sino porque eso significa que seguimos agudizando el ingenio para ofrecer todas las soluciones de vivienda e inversión posibles”, termina.