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Abrir nuevos caminos que desarrollen comunidades donde los vecinos se ayuden entre sí. Este es el gran propósito.
Texto: Pablo Correa Luna, Desarrollo Comunitario.
No se trata de dar simplemente. Se trata primero de entender, ponerte en otro lugar. Incomodarte. Sacarte de tu estructura y mirar a los ojos a ese que está ahí, al lado mío y que le pregunto ¿cómo estás che? Yo soy Pablo Correa Luna, tengo 29 años, soy actor además de licenciado, y trabajo “haciendo comunidad”. ¿Cómo? me preguntan. Claro que mi trabajo es conocerte y que podamos trabajar para mejorar lo que podamos a través del compromiso y la confianza entre todos los vecinos, las instituciones, las organizaciones y las empresas. ¿Y cómo lo hacés? se escucha por ahí. Depende, replico. A veces es contactando una necesidad con algún actor que pueda ser herramienta para su solución; otras, coordinando alguna actividad; o llevando a cabo proyectos específicos, organizando a vecinos alrededor de una mesa y haciéndoles ver que la solución a sus problemas como comunidad muchas veces está en ellos mismos, que son ellos los que tienen que empoderarse y salir en conjunto y ordenadamente a buscar soluciones, sin esperar a que otros lo hagan; y otras, simplemente es escuchando y caminando.
Descubro entonces que se les va transformando la cara al segundo o tercer mate. Muchos no entienden, dan media vuelta y se van (alguno que otro insultando al aire, muchos de los cuales vuelven cuando ven que sí se puede confiar). Otros agarran viaje enseguida y se entusiasman. Algunos más van probando despacito, suave, suavecito. Hace unos meses, en Villa Rosa, en el barrio El Manzanar, una señora que tiene un comedor comunitario en su casa un poco más chico que su gigante corazón, nos dijo: “Qué bueno esto que hacen, nos están proponiendo que nos pongamos a trabajar en conjunto para solucionar nuestros propios problemas, no nos están prometiendo que nos van a regalar tal o cual cosa, y eso nadie lo hace hoy día”.
Trabajo en conjunto
Claramente el trabajo comunitario no siempre es lindo: hay altibajos, cruces, discusiones, frustraciones, pero creemos que es ésta la forma de lograr un verdadero impacto positivo. Con vecinos de la comunidad buscamos dejar un legado, una forma de trabajar en conjunto, siendo constructores de confianza, mirando, observando, aprendiendo, escuchando, utilizando tiempo, inteligencia, creatividad, entusiasmo y más aún: ganas, esfuerzo, perseverancia, paciencia a más no poder.
Entonces se van logrando cosas. Los vecinos se identifican como un todo que va sumando victorias y se sienten cómodos para avanzar con otros proyectos. Ahí es cuando recargamos las energías. Un ejemplo fue una pequeña contribución que logramos coordinar entre la Sociedad de Fomento de Zelaya y San Sebastián. A metros del ingreso de servicio al barrio, se encuentra la SOFO: un lugar donde suceden muchas cosas buenas. En la esquina, un terreno baldío propiedad de la SOFO pedía a gritos que lo pongan a punto para su utilización. Ahí es cuando, a través de la famosa “articulación entre actores”, San Sebastián puso su granito de arena, prestando una máquina para desmalezar y alisar el terreno. Fue un vecino de Zelaya el que se subió a la máquina, y en dos días lo dejó impecable. Luego, entre donaciones y esfuerzo de los “soferos” y vecinos de Zelaya, se logró poner los postes y el alambrado.
No se trata de dar simplemente. Se trata de darse un poco. Ponerse en el lugar del otro.