Por Florencia Uberti

Faltaba un mes para la fecha de construcción cuando todos los empleados de Eidico recibimos en nuestra casilla de mails un correo de Diego Lanusse, director de RSE de Eidico,  invitándonos a participar de la obra que realizaría la ONG Un Techo Para Mi País

Lo escrito en el mail iba más allá de una simple invitación o convocatoria. “Es difícil contar la experiencia si no se vive en carne propia, es algo que no se olvida fácil. Ayudar a personas que realmente lo necesitan moviliza, y mucho. Es algo que llena el corazón”. Las palabras hablaban por sí solas.

La cita era para el fin de semana del 27 y 28 de junio, y así fue como un grupo de eidiquenses se puso la camiseta y se anotó para ir a construir. “Compartís, fuera del trabajo, muchas cosas con gente que quizás no tenés el roce del día a día o con quien nunca habías cruzado más que un ‘hola’ en el almuerzo”, nos explica Mariano (27) cuándo le preguntamos por qué decidió ir con el equipo de Eidico. Él también sumó a Lele, su mujer.

Manos a la obra

“Ese fin de semana llovió todo lo que no había llovido durante junio”, nos recuerda Mariano, pero asegura que el espíritu y la iniciativa del equipo estaban con más fuerza que nunca. “Las zanjas estaban desbordadas y las calles  inundadas. A pesar de esto, la garra de los eidiquenses no aflojó hasta que se hizo de noche y nos obligaron a parar”, agrega Juan José (20), otro de los voluntarios.

La casa se edificó en equipo: no sólo el equipo de voluntarios, también Zaira –dueña de la casa-, su marido y sus hijos aportaron. “Cada uno hizo lo suyo: Zaira se encargó de los mates, su marido se subió al techo con clavos y cargó maderas con todos, y los hijos nos ayudaron a romper piedras con pilotes”, siguió Juan José su relato.

Hacía frío, los constructores estaban mojados desde el pelo hasta las medias, pero las ganas que tenían de verla a Zaira en su casa los empujaba para no aflojar y seguir con una sonrisa en la cara. “La motivación nacía de ver a la familia bajo la lluvia en un lugar que daba tristeza; cuando termináramos de levantar la casa, la familia estaría separada del barro, el agua y el frío”, agregó Juan José.

La lluvia impidió terminar la construcción en un fin de semana, así que el sábado siguiente acompañados por un sol radiante, volvieron para terminar la casa de Zaira y su familia.

Transformar realidades

Para cerrar la entrevista, les pedimos a los voluntarios que nos dejaran un mensaje para los que nunca fueron y Mariano, quién reincidió en la experiencia de construir por segunda vez, dijo: “Es una experiencia que alguna vez tienen que hacer, con Eidico, con su familia o con amigos. Compartir un fin de semana con las familias a las que se les construye la casa es algo muy gratificante. Para mí, son pequeñas acciones que con un poco de esfuerzo generan un gran cambio en los que menos tienen”.

Por su parte, Juan José, quien vivió la experiencia por primera vez, comentó: “Les diría que es la oportunidad para hacer y transformar una realidad, que sólo opinando sobre lo que deberían hacer los demás con la pobreza, no se hace nada. ¡Definitivamente me voy a anotar en la próxima construcción!”

Un fin de semana que cambió, no sólo la realidad de la familia de Zaira, sino también la de las personas que vivieron una experiencia inigualable. “Ese fin de semana  cambié compañeros por amigos”, terminó Juan José.