Liliana y Federico Iribarren llegaron a Santa María de Tigre en 1996. A la espera del nieto número 12, el matrimonio cuenta su historia.
“Un páramo, la nada”. Así describe Liliana Iribarren al Santa María de Tigre de los primeros años. El barrio era todavía una semilla de cosecha muy incierta: prácticamente no había infraestructura ni servicios en esa zona. Por sugerencia de unos amigos, los Iribarren –Federico y Liliana– llegaron al proyecto que habían lanzado los tres socios fundadores de la empresa.
El futuro tenía algo de incógnita y algunos les decían que la iniciativa era “un disparate”. Para pensar que eso se convertiría en lo que es hoy hacía falta imaginación. Y ellos la tuvieron. A pesar de los riesgos, el matrimonio priorizó el sueño de tener una casa para reunir a toda la familia y gozar de la vida al aire libre. Hoy, casi 20 años después, el esfuerzo dio resultados.
Federico y Liliana disfrutan de un espacio de encuentro familiar para compartir asados, días de laguna y paseos en bicicleta. Hijos y nietos son los protagonistas infaltables. La puerta de los Iribarren está abierta para todos. La decisión de instalarse en Santa María de Tigre llevó algunos años. Así lo cuenta Liliana: “Yo no estaba muy segura, pero mi marido sí. A él le fascina ver el agua. Quería tomar un whisky todas la tardes, mirando la laguna. Ahora se da el gusto”.
La suscripción al barrio fue abierta a principios de 1995. Los Iribarren suscribieron en 1996 y en 2000 se mudaron. El primer año fue el más difícil. Sin embargo, el crecimiento no tardó en llegar.
“Veíamos cómo plantaban los arbolitos. Al año siguiente crecían un poco y así sucesivamente. Todo era una novedad en ese entonces. Los mismos directores de Eidico estaban sorprendidos por la evolución del barrio. Hubo una explosión de obras y construcciones. En 15 años el cambio fue descomunal”, recuerdan.
Gradualmente, el primer proyecto de Eidico se convirtió en un éxito. Hoy cuenta con más de 500 casas construidas y una laguna de ocho hectáreas, salida directa al Río Luján, con un puerto de 300 amarras y una zona de media densidad con 48 dormies. “No es muy común ver un barrio tan lindo. Soy una persona a la que le gusta la ciudad, pero valoro enormemente lo que tenemos. Estoy fascinada”, agrega Liliana. La laguna y el canal son los principales atractivos de Santa María. Además del 30% de los lotes que tienen comunicación directa con el agua, el resto tiene la alternativa de contar con amarras en el puerto. Estas características brindan la posibilidad de disfrutar del entorno natural del Delta a sólo 10 minutos de Tigre y la salida a Panamericana.
Conexión
Poco a poco, los Iribarren fueron fortaleciendo lazos con Eidico y comenzaron a invertir en otros proyectos. Eso sí, Santa María de Tigre es su lugar inamovible de residencia. “Nos ha ido muy bien”, acota Liliana. “Tenemos la galería más linda de todo el barrio”, afirma Federico, orgulloso. La tarde lo encontrará tomando su whisky, frente a la laguna, con la felicidad de vivir un sueño cumplido.
Lejos quedaron las tierras pantanosas de los inicios. Con dedicación, confianza y trabajo, muchas familias encontraron en Santa María de Tigre un hogar. Los Iribarren construyeron el suyo. “Es nuestra jubilación”, cierra Liliana. “Estamos felices”.