Hace diez años, Eidico, viendo la necesidad que la rodeaba, decidió crear una fundación que ofrece cursos y capacitaciones gratuitos a adultos para promover la inserción sociolaboral. Una organización que se ocupa de un sector de la sociedad que no parecía ser prioridad en lo que respecta a organizaciones sin fines de lucro.

Son más de dos mil las personas que entraron a Fundación Oficios con la sensación de ser insuficientes para la sociedad a falta de un título o de un trabajo y que, un año después, se despidieron con un papel en la mano que les renovó la esperanza de reinsertarse laboralmente.

Inés Repetto forma parte de un equipo de siete personas que hoy lleva adelante la fundación.  Ellos siete, junto con voluntarios, tutores, profesores y muchos otros que colaboran para que tantas personas de la comunidad de Benavídez puedan trabajar y esforzarse para conseguir ese diploma que significa todo menos un papelito como cualquier otro. Un diploma que refleja esfuerzo, trabajo y muchos sueños.

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Hace cuatro años que Inés es la coordinadora de comunicación de Fundación Oficios y  destaca como característica principal de la organización el hecho de que allí “el horizonte es muy claro”. “Acá se trabaja en el lugar donde se impacta”, explica Inés. Un impacto que no pasa desapercibido para la comunidad y que genera, con el tiempo, más popularidad. Este es el primer centro de formación profesional de Benavídez que, además de formar profesionales, produce transformaciones a nivel humano. Los cursos presentan una modalidad educativa que no sólo es apoyada por el Estado, sino que depende en gran parte de una pata privada que aporta desde recursos hasta capacitaciones. Y en septiembre, cada año, se realiza una cena a beneficio convocando a la gente a colaborar a través de becas y donaciones.

“La Fundación les permite a las personas que terminaron la primaria que vuelvan a la educación formal sin haber terminado el secundario. Le da a una persona grande un primer espacio de aula”, explica Inés. Un espacio donde aprenden a esforzarse por un objetivo, donde se animan a armar proyectos personales, pero, más que nada, un espacio para ponerse de pie una vez más y apostar por una mejor calidad de vida.

La necesidad es muy real y puede verse tan sólo mirando alrededor. Hay voluntarios saliendo constantemente a la calle a “volantear” para conocer a la comunidad y convocarlos a inscribirse. Y a pesar de que año a año se brindan más y más egresados a la sociedad, la necesidad de oficios sigue vigente y el desafío es cada vez más grande. La cantidad de aulas limita la cantidad de cursos y alumnos. “Hoy, el sueño es terminar de construir el centro de formación profesional. Una arquitectura adecuada va a permitir más horas para los cursos”, afirma Inés.

Un sueño que se agranda con los años. Hoy, la Fundación Oficios tiene sede en Benavídez y en Derqui. Un paso que parecía imposible hace diez años, pero que ya es una realidad, fruto de mucho trabajo realizado en conjunto. Seguimos avanzando en la tarea de contagiar el deseo de que se puede.

Texto: Catalina Rothberg