Faltaban cerca de quince minutos para el momento culminante de la noche: los fuegos artificiales sobre el Canal de Beagle. Ya habíamos escuchado discursos múltiples, diversos agradecimientos,reconocimientos, algunos olvidos y luego merecidas reparaciones, y hasta el saludo oficial que había incluido una decena de minutos de aparición en directo por un canal de aire. Hasta ahí, varias lágrimas, una emoción considerable, mucha adrenalina y un aire cargado de esa sensación de orgullo por ser parte de un equipo. Los que habían dejado todo merecían ese momento, y los que acompañábamos queríamos hacérselos saber. Fue muy difícil transmitir esa felicitación en toda su dimensión porque ésta era una de esas ocasiones en las que uno se queda corto, diga lo que diga. Es que este brindis en particular debía ser mayúsculo.
Pero volvamos a los fuegos.
Guía experimentado de por medio, atravesamos salas de máquinas, pasillos sin luz y con restos de obra, un andamio como escalera y salimos al techo. De allí en más, todo fue mágico: una noche clara, sin viento y sin frío, una balsa flotando
en el agua, una muchedumbre que cuatro pisos más abajo esperaba junto a la orilla el tan ansiado momento y, de pronto, todo se iluminó. Desde allí, muy cerca del cielo, vivimos una experiencia estupenda. Los fuegos explotaban y explotaban,llenando el aire de un sinfín de estrellitas y mucha luz. Supongo que cada una de las personas que trabajaron cinco largos años para que este sueño se volviera realidad debían sentir algo parecido en sus corazones: un estallido tras otro, producto de la labor cumplida. Y luego, Paseo del Fuego abrió sus puertas, y la gente de Ushuaia lo llenó. Sus pasillos dejaron entrever que la responsabilidad asumida había sido saldada: de aquí en más, en esta ciudad de días cortos y fríos, la gente tendrá un lugar de encuentro, un polo cultural y una excusa para venir y quedarse.
Fue una gran bendición haber sido parte de este hito de la historia. Algún día alguien lo escribirá en un libro. Por el momento queda esa sensación de gran orgullo por quienes tanto trabajaron, una emoción que se vuelve propia por sentirse
casi parte, aún sin serlo del todo. ¡Un gran aplauso y que comience el show!