Por Milagros Lanusse

A pocos días de celebrar el Día de la Madre, la autora hace una reflexión sobre su primera experiencia de ser mamá y cómo alcanzó una conexión con todos sus sentidos.

La imagen de varias mujeres embarazadas en ronda, realizando algún ejercicio físico y dándose aliento mutuamente es una imagen que hasta hace unos años asociaba solamente con alguna película americana, por lo general cargada (película e imagen) de un toque de humor. Pero el respeto y la seriedad que se merecieron en mi encuentro en primera persona con esa experiencia ameritan mención y elogio. Quería hacer “algo físico” mientras esperaba a mi primera hija y lo mejor me pareció buscar una gimnasia específica para embarazadas. Además, quería algún tipo de preparación para el tan temido momento del parto: sólo sabía de él que es la sentencia con la que fuimos expulsados del Paraíso (“parirás con dolor”), y que es el término más usado para expresar momentos de dificultad o dolor: “fue todo un parto”. Encontré un folleto de casualidad, y me embarqué un jueves a la tarde, ropa deportiva y prejuicios de por medio, a escuchar qué hacer con mi cuerpo y mis miedos.

En mi primera clase, el cambio de paradigma: “lo que van a tener no es un ‘parto’, es un hijo… así que ya no le digamos ‘parto’, digámosle ‘encuentro con el hijo’”. Dosis de realidad, si las hay. Un hijo; adentro mío. Qué grande. Y lo iba a traer yo al mundo. Siguió una serie de ejercicios físicos suaves y llevaderos, una meditación profunda que me sumió en una paz que no esperaba encontrar ese día, y un intercambio de dudas, preguntas, anécdotas y risas. Salí y ya era de noche, y no sabía ni cuánto tiempo había pasado. A los tres meses, después de asistir semanalmente a las clases, nació Elisa, y viví su llegada con un toque de sensibilidad especial; ese día asumió para mí cierta profundidad y trascendencia que sinceramente no había imaginado.

MIRAR ESO, ESTO Y AQUELLO

Las clases de Preparación Integral para la Maternidad que llevé a cabo con Vero Macri esos meses ofrecen un abordaje humano, sensible y profundo, y las alumnas reciben, además de información (muy útil de por cierto), contención y, sobre todo, un espacio de conexión, libertad y exploración. Involucra al embarazo, el parto y el post-parto teniendo en cuenta los aspecto psicofísicos. Y a una le hace bien en muchos niveles. “El embarazo atraviesa a la mujer no sólo a nivel del cuerpo, sino también en la emoción y en el pensamiento… y eso lo experimenté profundamente en mi primer embarazo y fue un disparador de grandes cambios en mi vida. Más allá de cómo me gustaría parir, criar a mi hijo, etc. empecé a preguntarme si quería seguir trabajando como psicopedagoga. Me di cuenta de que necesitaba incluir más el cuerpo”. Vero comparte el camino recorrido hasta hoy. Nombrar TODO lo que estudió nos ocuparía demasiado espacio. Lo cierto es que se preparó (y mucho) para hacer lo que hoy hace de una forma exquisita: estudios sobre embarazo y maternidad, yoga , embarazo eutónico, prácticas de meditación, y Gimnasia de Centros de Energía (el Sistema Natal con Diana Weschler) que la preparó para abordar a la embarazada desde una triple mirada: cuerpo, emoción y pensamiento. “Si trabajás estos tres aspectos de la persona, lo que estás trabajando es lo espiritual, porque adquirís un mayor grado de conciencia”.

Cada semana, entonces, se trabaja desde el movimiento sobre una zona puntual del cuerpo, que corresponde a cada uno de los siete centros de energía o chakras principales, los cuales tienen relación con algún aspecto de la persona. Así, recorriendo desde los pies, pasando por las caderas, el pecho, los brazos, la cabeza, vamos trabajando aspectos como el criterio de realidad, las elecciones, la sexualidad, los miedos y la emoción, la lactancia y los vínculos, el control y las creencias limitantes, la meditación y visualización para la conexión con el hijo.

Vero nos cuenta que una buena preparación es un complemento del curso de pre-parto con la partera que indica el obstetra; llegar al curso con más conocimiento y trabajo corporal hace que la embarazada pueda asimilar mejor la información que recibe, sintiéndose más segura y confiada. Los encuentros que ofrece Vero van más allá de la información, ya que se ofrece un acompañamiento personalizado. Son muchas las alumnas que, movilizadas por algún encuentro, después la llaman o le mandan un mail para algo concreto.

Una marca distintiva que me marcó de forma individual la concepción de que no hay un “deber ser” respecto de la maternidad. Vero remarca el hecho de que uno “no compra un combo: prepararse de tal modo, parir con tal tipo de parto, dar de mamar durante tanto tiempo es igual a conexión profunda con el hijo. Cada persona es diferente y nada es condición para crear el vínculo con el hijo. Es muy importante poder conectarse con lo que “puede ser” y lo “que es” y no con el “deber ser”, lo cual muchas veces nos lleva a la exigencia, al esfuerzo y a la culpa”.

SOLTAR Y APRENDER

Que hay diferentes tipos de dar a luz, lo sabíamos. Vero propone que es importantísimo informarse y “empoderarse”, como ella lo define, del tipo de parto que se quiere (que sería hacerlo propio, pedir con tiempo lo que se quiere y necesita a médicos, parteras, familiares). Pero la idea de Vero toma una vuelta de tuerca que la completa paradójicamente. “Hay que poner foco en lo que una quiere, pero a la vez hay que aprender a SOLTAR. A no basarse en el resultado. Prepararse, ocuparse, marcar la dirección y después ‘hacer la plancha’ y que te lleve la corriente. Porque si no, uno se frustra mucho si las cosas no salen como lo esperado (por ejemplo, esperar un parto natural y dar a luz con una cesárea). Si uno se prepara, el contrario del control no es el “des-control” sino el “no-control”, que tiene que ver con la flexibilidad, la entrega, dejarse llevar. Y es en este punto en el que empezamos a HABITAR EL PRESENTE. Poner el foco en el aquí y ahora y no en el punto de llegada”.

En este punto, Vero se entusiasma, porque alcanzamos el grado sensible de su vocación, tan particular, específica y humana: “¿Por qué me apasiona esto? Porque pasa en la vida. Y es una oportunidad para crecer. Todo lo que se aprende en el embarazo y respecto del parto y post parto se puede aplicar en la vida. Yo creo eso, y aprendo todo los días de mis alumnas. Si no, no podría seguir haciendo lo que hago. En las clases me transporto, vibro, pongo el cuerpo y el alma porque disfruto enormemente de lo que hago. Y también me encanta ser testigo de lo que pasa en mis alumnas: de su crecimiento, de animarse a ser protagonistas. Ver que a muchas la maternidad las mueve a hacer cambios en sus vidas: cambiar de trabajo, terminar los estudios, dedicarse a otra cosa. Y me gusta ver esas repercusiones en la vida, más allá de la llegada del hijo. Los libros dicen que el embarazo es una crisis, por la cantidad de cambios que supone. Siempre digo que el embarazo es algo sagrado que acontece en una mujer humana. La idea es resignificar esa crisis como crecimiento para la vida en general y como la puerta de entrada para ampliar la conciencia”.

La metáfora con la que Vero me despide me queda resonando adentro mientras manejo camino a la ecografía de mi segunda hija: la maternidad te hace bajar del tren de la vida y frenar por un tiempo a mirarlo pasar. Estás vos en intimidad con tu hijo, mientras todo avanza a otro ritmo. Pero luego del post-parto, cuando decidís volver a subir al tren, no te subís al mismo lugar, sino a unos vagones más adelante. Creciste. Sos mejor persona, madre, esposa, hija, amiga, hermana, profesional… Dejaste atrás prejuicios y preconceptos, porque cada maternidad es única (“sos primeriza de tu segundo hijo”, me dijo), y cada uno hace lo que mejor puede con las circunstancias que tiene.

Habiéndose enfrentado a los desafíos de la llegada del hijo, la manera de mirar y calificar cambia para siempre. Y uno se conoce más a uno mismo y conoce un poco más sobre los avatares (a veces tan inesperados) de la vida.