Por Ezequiel Marolda
Cuando se habla de finanzas personales, no siempre es fácil decidir qué decisión tomar. Muchos opinan, no siempre lo mismo, otros estudian y aún se confunden. Entonces, ¿educarse o asesorarse?
Por definición, la educación financiera es un conjunto de conocimientos prácticos que permite a las personas manejar de una mejor manera sus recursos, planear su economía doméstica y utilizar racionalmente los servicios financieros para obtener un mejor nivel de vida. Siempre es mejor tomar una decisión de inversión conociendo el mercado y cómo funcionan las inversiones.
La educación financiera no es un proceso de una clase, un curso o que dure un año, es un proceso que puede comenzar desde la infancia y debería durar toda la vida. La educación a los hijos debe ir acompañada por una economía de hogar responsable que les muestre a los pequeños cómo administrar su dinero desde una edad temprana. Pero sería ilógico pretender que todos seamos expertos financieros. El asesoramiento financiero y la educación financiera no son conceptos opuestos. Como explica InversorGlobal, medio experto en temas económicos, el asesoramiento financiero está relacionado con la parte técnica del asunto, y la educación, en cambio, con el costado emotivo. El valor del dinero y el sentido del ahorro serán cuestiones trabajadas por la educación financiera; y temáticas como activos, bonos, y fondos de inversión serán competencia del asesoramiento de un especialista.
Lo importante es conocerse como inversor y saber en qué aspectos determinados es necesario pedir asesoramiento y en cuáles uno es capaz de tomar una decisión racional, sin dejarse guiar por sus emociones.