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Actualmente en la Provincia de Buenos Aires hay unos 80 desarrollos de vivienda en marcha. Significan una inversión superior a los U$S 1.300 millones. Es una actividad de gran impacto económico, que genera valor en la zona.

Texto: Mónica Fernández – IG: @tudineroxl

El desarrollo inmobiliario es uno de los sectores esenciales para las economías de todo el mundo. Su uso de mano de obra intensiva y el efecto derrame que genera sobre otras actividades ponen a la construcción en el podio de las que más aportan al desarrollo de un país.

De hecho, los gobiernos que quieren dar impulso a economías algo anoréxicas, son planes de obra pública y de construcción de vivienda lo primero que lanzan como motor reactivador. Su aporte positivo está cien por ciento comprobado.

Ahora bien, cuando a la construcción se le suma estrategia, infraestructura y servicios, el potencial y el derrame sobre el conjunto de la economía es enorme. Eso es lo que sucede con el desarrollo privado de barrios de viviendas en todo el país.

El desarrollo inmobiliario en números

Pongamos en números el peso de esta actividad. De acuerdo a datos de la Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos (CEDU), sólo en la Provincia de Buenos Aires hay actualmente 80 proyectos en marcha. Están distribuidos en 16 municipios. La inversión en obras de infraestructura se calcula en U$S 1.229 millones, más U$S 1,2 millones en obras civiles. En total, estos desarrollos generan unos 20.400 puestos de trabajo de forma directa. Una vez terminados, se estima que se construirán alrededor de 14.500 viviendas. Y éstas demandarán U$S 7.055 millones de inversión adicional.

“Un buen desarrollador potencia la zona en la que opera”, sostiene Sebastián Auguste. Es Licenciado en Economía, y director de los programas MBA y Executive MBA en la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella. Y llevó a cabo un trabajo de investigación bajo el título “Imapcto Económico de la Actividad de Desarrollo Inmobiliario”, impulsado por Eidico, explica de qué se trata. “No es dinero lo que destaca a un buen desarrollador. Es su capacidad para detectar demandas. Su capacidad para crear nuevos espacios. Su capacidad para generar y compartir información en forma eficiente. Y su capacidad para articular a numerosos actores, que usualmente tienen conflictos de intereses. Por lo tanto, es de mucho valor para una economía tener desarrolladores con experiencia”.

Aporte de valor

El informe puntualiza que desarrollar un barrio estándar de 200 lotes implica una inversión de aproximadamente U$S 5 millones sólo en su etapa inicial (Land Developing). Esta inversión abarca la compra de la tierra, calles, tendido subterráneo para la red eléctrica, servicio cloacal y obras de la red de gas. También contempla el edificio de control de acceso. Y se suman áreas verdes, SUM y planta de tratamiento de efluentes cloacales, en caso de ser necesaria.

“Finalizada la primera etapa del desarrollo, y una vez que se entregan los lotes, se estima que la construcción de cada vivienda significa unos U$S 200.000 extra de inversión”. Así lo explica Patricio Lanusse, director de Relaciones Institucionales de Eidico. “Además los nuevos desarrollos significan mayor valor para las tierras. Ya que éste va aumentando a medida que se terminan las viviendas y los proyectos se consolidan”.

“El desarrollo inmobiliario estimula la economía de manera indirecta, a través del impacto en el valor agregado de la compra de bienes y servicios que se derivan de los negocios relacionados con los bienes raíces y sus transacciones”, sostiene Auguste. Y agrega que también el fisco se ve beneficiado por los impuestos sobre las nuevas propiedades y sobre la actividad económica que genera.

Lanusse se entusiasma en describir lo que viene detrás de cada nuevo desarrollo urbano. “El efecto de las primeras inversiones es multiplicador. Cada barrio terminado a su vez genera empleo directo e indirecto. Los emprendimientos y los vecinos demandan servicios comerciales, educativos, de salud y de transporte”, cuenta.

También explica la relación que Eidico genera con los barrios y los vecinos cercanos a cada uno de los emprendimientos que desarrollan. “A través de nuestro equipo de Desarrollo Comunitario, ante nuevos desarrollos trabajamos en conformar ‘mesas vecinales’. Son espacios de diálogo y articulación entre el nuevo desarrollo, los vecinos y líderes sociales de la zona, municipio y clientes del proyecto”. 

En ese sentido, el informe mencionado anteriormente hace zoom sobre el valor extra que genera la sinergia entre los desarrolladores, los municipios y las comunidades cercanas. “Muchas veces los desarrolladores cumplen un rol social al transformarse en agentes de cambio. Esto se da porque los barrios con baja representatividad pueden ganar peso cuando al generarse escala porque, por ejemplo, crece la población”, explica Auguste.

En Pilar, por ejemplo, donde Eidico desarrolló Pilar del Este, a través del instituto de Diálogos Hídricos, se firmó un acuerdo con el municipio y los vecinos de la zona para concretar obras hidráulicas externas al desarrollo que mejoraron la situación de quienes ya habitaban en la zona.

Otro ejemplo que pone Lanusse sobre la mesa para ejemplificar el efecto vitalizante que tiene cada emprendimiento en la zona en la que se emplaza es lo que sucede con el barrio San Sebastián. “Ahí trabajan en forma permanente 80 personas para el complejo. Ingresan a trabajar por día 500 personas en construcción de vivienda. Existe un espacio deportivo donde funciona un restaurante durante toda la semana. Y se proyecta la instalación de un colegio el año próximo para darle educación a quienes allí viven”.

Hoy el desarrollo inmobiliario que hace Eidico se piensa de manera integral. Se piensa en núcleos urbanos, en los que la inversión y el empleo son disparadores de círculos virtuosos, porque la demanda de empleo, servicios e inversión es permanente y potencia las zonas donde se instalan”, concluye Lanusse.