Transitar una ruta rodeada de chacras sencillas para llegar a un baldío; caminar por el barro, sortear zonas pantanosas y alcanzar a ver el horizonte vacío desde cualquier ángulo. Allá, el río, y más acá, todavía nada. Pararse en el medio, cerrar los ojos e imaginar. Un jardín; una casa; una familia; un hogar. Volver y soñar despierto por horas.
Los primeros pasos
En algún otro lado, una oficina chica con tres sillas, alguna computadora y carpetas de cartón. Fichas, planillas, boletas; siempre un café y una charla a mano. Y aquí también, soñadores despiertos. Crear hogar; brindar soluciones; trabajar duro, y cumplir el deseo de otros.
En Tigre comienza la historia. El primer barrio de muchos, y la semilla que fue cosechando su abundante siembra a lo largo de veinte años. Empezó de la misma forma en la que siguió: un joven, Jorge O´Reilly, convoca a su tío, Patricio Lanusse, para su proyecto de conseguir una tierra donde construir su casa, y éste lo acompaña en la aventura de encontrar a otros que buscaran lo mismo.
Patricio ya había probado esto de juntarse con otros para tener la casa propia: el barrio San José y Las Marías, en San Isidro, habían surgido de la unión de conocidos que querían un terreno para vivir. Jorge buscó, y apareció la tierra donde hoy se emplaza Santa María de Tigre. Entonces se abrieron las agendas para encontrar interesados.
Hubo reuniones en el living de la casa de Patricio, y llamados telefónicos tímidos y audaces, a conocidos y no tanto, a ver si alguien más quería sumarse, aportar, y conseguir entre todos el monto necesario para acceder a la compra.
Un comienzo con un gran equipo
Lo que vino después siguió sucediendo a lo largo de los años: amigos y amigos de amigos; familia y familia de familia. Nacía Santa María de Tigre, y con ella, sin saberlo todavía, nacía también Eidico.
Un primer grupo pionero que se dedicó a concretar lo que muchos se animaron a soñar en abstracto. Era el año 1995 y se sumaron al equipo Jan Seitún, Mateo Salinas y Martín Lanusse cuñado, yerno y hermano de Patricio respectivamente.
Los roles? Los que cada uno pudiera llevar a cabo: recibir faxes, cargar planillas, llamar por teléfono. Todos, un poco de todo, tareas grandes y chiquitas.
Andrés Lanusse, hoy Director Asociado de Eidico pasó a formar parte y recuerda: “a mí me tocaba servir el café y ordenar las carpetas de licitaciones”. Llegaron más: Peter Duggan y Soledad Lynch a la oficina; y Fernando Robirosa y Pincho Beccar Varela a dibujar planos.
Signos de nacimiento
Se instalaron en un local en San Isidro, que se fue llenando de papeles que hablaban de un proyecto que se materializaba, aunque lenta y algo informalmente. Los recuerdos de esa época evocan imágenes que hoy parecen lejanas, pero que representan el modo familiar en el que todo empezó.
Mateo – hoy gerente general – trae algunas a la memoria. “La seña a pagar era de $200 y la gente se acercaban con billetes chicos. Después nosotros teníamos que ir a pagar la tierra con esa plata… llevábamos miles de pesos en billetes de diez, como Doña Rosa, y a veces faltaban veinte o treinta pesos para completar el número”. Se consiguió la cantidad de suscriptores necesarios y el barrio empezó a ver los signos de su nacimiento.
Y entonces, las obras. Las primeras en la historia de Eidico, para rellenar y hacer habitables tierras bajas, que precisaban nivelación y mucho trabajo. Hundirse en el refulado durante las visitas se volvió una anécdota algo más habitual de lo deseado, a riesgo de perderse entre grandes grúas y barro espeso.
¿La odisea más grande? Ampliar la imaginación hasta el punto de visualizar un barrio privado donde hasta entonces sólo había un pantano traicionero que se resistía a ceder. No faltaron entonces los lapidarios “esto es una locura” de muchos, cuando algún propietario ilusionado pedía que lo acompañaran a ver su futuro lote.
Que hubo que enfrentar adversidades, no hay duda. Dificultades del clima, la tierra, los presupuestos, los imprevistos. Y sobre todo, el desafío de estar haciendo algo nuevo.
Primeros proyectos
A Santa María de Tigre, todavía en obra, le siguió Altamira al año siguiente, y el segundo barrio traía consigo un nivel de incertidumbre similar al primero. “Fui a la reunión de presuscripción con papá, porque él, como a la mayoría, me ayudaba a pagar el anticipo.
Yo lo seguía a Mateo, y mi consigna era casi como el casino: voy y si sale, bien; y si sale mal, lo pierdo. Después papá me acompañó a ver el lote que habíamos elegido: dejamos el auto en la Ruta 27 y entramos caminando por el barro. Me miró y me dijo: ‘vos estás loco’”. Los recuerdos de Juan Bartolomé, Director Asociado de Eidico, se replican en miles de memorias que hoy tienen su casa propia en una zona privilegiada.
La suscripción de Santa Bárbara, en 1997, marcó el punto en el que las cosas mostraron su nuevo rumbo. Ya no hizo falta reunirse en un living ni llamar a desconocidos para convencerlos de un proyecto invisible. Al contrario. El lanzamiento encontró a miles de personas haciendo fila desde la madrugada para no perderse la oportunidad de participar.
Hicieron falta menos de 24 horas para que el plano estuviera completamente “pintado”, como siempre decimos: cada lote tenía su dueño y el panorama mostraba un futuro con miles de interesados en proyectos futuros. Nuevas oficinas, más gente trabajando, más profesionalismo, y las bases de una empresa que nació casi sin querer y que, con el aliento del inolvidable intendente Ricardo Ubieto, hoy consolidó su sistema en todo el país.
El Tigre se puebla
Mientras tanto, el Tigre que recibió en sus grandes tierras vacías a los primeros valientes fue creciendo al compás de los barrios que le siguieron. Santa Catalina (de la mano de “Tito” de Marzi), El Durazno, San Isidro Labrador…
La lista se siguió ampliando al tiempo que nacían accesos nuevos, centros comerciales y desarrollos vecinos, todo un conjunto de avances que fueron dando a la zona un nuevo rostro. Hoy Tigre vive y respira un aire diferente. Su río y su gente, su costa y su Delta reciben cada año más habitantes, más cultura y más servicios. Y Eidico vive y respira ese aire también, orgulloso de ver su casa convertida en una tierra de proyectos ambiciosos y sueños cumplidos.