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La opción de crear un nuevo emprendimiento es cada vez más común. Muchas veces es la salida adecuada a una situación particular, y otras
veces, un proyecto mal concebido puede agravar las finanzas familiares en momentos de crisis.
Ser dueño de un negocio o tener una empresa propia es el sueño de muchas personas… Y si a este deseo le sumamos la imagen positiva que los medios dan de los entrepreneurs, describiéndolos como personas autónomas, independientes, creativas, capaces de identificar la oportunidad, llenas de dinamismo y siempre exitosas, difícilmente podamos sustraernos al deseo de emularlos. La expectativa se acrecienta si el ingreso familiar disminuye por la pérdida de trabajo de uno de los cónyuges o por disminución de la actividad económica. Aquí es donde muchos se preguntan “¿Qué puedo hacer para generar algún ingreso adicional?”. Y muchas veces la respuesta se la busca en algún hobby que podría explotarse comercialmente.
El tema es que antes de invertir el dinero, por demás escaso en estos momentos, se debe tener en cuenta que siete de cada diez emprendimientos fracasan en el primer año. Y muchas veces se debe a que no se comprende que “un emprendimiento es un negocio y no un hobby”. Esto significa que si se pretende que la actividad otorgue dinero y que no sea una ocupación aleatoria, se le debe dedicar tiempo completo y no es algo que se hace sólo en momentos de ocio.
¿Qué aspectos se deberían tener en cuenta para que el emprendimiento no fracase? Entre ellos podemos citar:
(1) Tener presente que existe la posibilidad de que al principio haya que trabajar 12 o 16 horas diarias.
(2) No se obedece a un jefe, sino a muchos: cada uno de los clientes demanda lo pedido en tiempo y forma sin excusas. Por lo tanto, uno debe olvidarse de hacer lo que quiere cuando lo desea o de quejarse de la rutina del trabajo: es necesario ocuparse de los costos, de los proveedores, de los empleados, de las ventas, de que las cuentas al menos cierren…
(3) Hasta que el negocio esté firmemente establecido, lo más probable es que uno deba estar dispuesto a no mejorar el nivel de vida acostumbrado sino, incluso, a bajarlo. Porque para que un proyecto funcione, primero hay que invertir en él.
(4) Uno debe preguntarse si su idea se corresponde con una necesidad latente en el mercado. Es decir, si se ha encontrado un “nicho”.
(5) A los costos de estructura hay que agregarle los gastos de asesoramientos legales, contables e impositivos, que no son cuestiones menores.
Finalmente, si la idea es buena y se corresponde con un nicho, si existe una buena clientela potencial, si el lugar elegido es el adecuado, si se ha seleccionado a personal capacitado y si uno mismo está dispuesto a sacrificarse en pos de la meta, entonces es el momento de tomar la decisión de concretarlo. Claro que nada es tan sencillo como parece, pero siempre hay modos de conseguir lo que se busca con esfuerzo, análisis y una correcta evaluación.
Marcelo Elbaum (economista , autor del blog www.vil-metal.com.ar)