Una pareja amante de la naturaleza necesitaba construir un lugar propio de descanso y reencuentro: en Costa Esmeralda encontraron el refugio perfecto para renovar su energía al lado del mar y compartir buenos momentos con la familia y los amigos, que siempre están listos para un roadtrip de fin de semana.
Texto: Sofía Stavrou – Fotos: Elena Larguia
Maximiliano y Elena Larguia están casados hace treinta años, pero su matrimonio tiene una chispa diferente (¡como si recién comenzara!). Y esa misma pasión que transmite el amor que se tienen también se ve reflejada en los hobbies de su vida cotidiana: Maxi, aficionado al golf y a la pesca, y Elen, una eterna apasionada por la fotografía, el mar y las salidas de la luna. Para ellos, disfrutar del aire libre y las cosas simples de la naturaleza es algo fundamental.
Es por eso que cuando conocieron Costa Esmeralda no dudaron; era el lugar ideal para armar el refugio de relax y (des)conexión que tanto buscaban. La seguridad fue un factor clave al momento de tomar la decisión, y la cancha de golf, un plus tentador por el que Maxi no quiso sacar los ojos de este rincón costero.
Es que, ¿quién no soñó alguna vez con su casa en la playa? Poder alejarse un fin de semana de la rutina y despertarse con ese aire fresco y salado que tan bien hace al espíritu. Salir a caminar por la arena y dejar que el agua del mar refresque los pies cansados. Inspirarse en medio de tanta inmensidad, o encontrar la calma para hacer lo que tanto hace feliz a uno mismo: escribir, practicar yoga, pescar, tocar la guitarra, disfrutar de un buen libro…
Maxi y Elen alguna vez lo soñaron y hoy es una realidad a la que llaman “su lugar en el mundo”. Y no sólo es el destino de verano o de escapada para los feriados. La casa de Costa nunca cierra sus puertas. Como lo define Maxi, “en otoño, el viento suele tomarse vacaciones y todo adquiere una calma distinta”. Esto hace que sea una de las temporadas que más disfrutan de a dos para reconectar como pareja y dar lugar a buenas charlas o caminatas en silencio sobre la arena.
Durante el verano y los fines de semana largos, la prioridad es para la familia y los amigos. Hay clásicos que ya son un hit entre los visitantes: la salida de la luna, las travesías en las dunas con moto incluida y los fogones playeros. El verano es una de las mejores épocas para compartir su refugio con los que más quieren, y, como buenos anfitriones, siempre hay tiempo para prender la parrilla y agasajar con un asado o unos pescados frescos. Para Elen, cada día de la temporada es una nueva aventura y una nueva anécdota, como la felicidad de Maxi cuando pescó un chucho de 50 kilos (¡tardó dos horas en sacarlo!) o el asombro en familia con una luna llena gigante y amarilla que los sorprendió desde el agua.
Ambos saben que Costa Esmeralda marcó un antes y un después en su rutina y en sus vidas. Siempre vuelven renovados y coinciden en que “el mar cura todo”.