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Con solo 22 años y a punto de recibirme de Administrador de Empresas, me convocaron para formar parte de Eidico.
Y, entonces, el gran dilema de quien acababa de concluir su carrera: ¿empresa multinacional o empresa familiar chica? Sin mucha idea de lo que me esperaba, me decidí por la segunda. No había pasado mucho tiempo, cuando recibí una excelente oferta en una gran empresa. Nuevamente el dilema: por un lado, la tentación de querer aplicar los conceptos aprendidos en una empresa importante, con el encanto del centro, del traje y de la tarjeta personal. Por otro lado, “vestite con lo que tengas”, “vení y atendé llamadas”, “sacá fotocopias”, “cobrá”, “pagá”, “hacé lo que puedas”. ¿Mi oficina, mi sueldo, la obra social? Millones de incógnitas que quedaban en el aire para contestar más adelante. Se trataba de una pulseada entre una certeza y una hoja en blanco. Nuevamente elegí Eidico. Hasta hoy, no hubo un solo día que me haya arrepentido de esa decisión.
Siempre es más fácil corregir algo escrito que empezar a escribir de cero. Siempre es más fácil cumplir una regla que escribirla. En Eidico estábamos armando una cooperativa para desarrollar un barrio de 722 lotes con 670 suscriptores. Desde el nacimiento de la idea del sistema, hasta la puesta en marcha de cada etapa, todo era distinto. Cada proceso era un nuevo desafío, que exigía mucha creatividad. Teníamos que hacerlo todo sin manual.
Una vez definido el negocio, tuvimos que decidir qué tipo de empresa queríamos conformar. Para ello, le dimos gran fuerza a los valores de bien común, trato familiar y fuerza emprendedora. Lo hicimos con la misma pasión que le pusieron desde un principio los tres socios fundadores. También nos pareció muy importante inculcarlo, primero, puertas adentro, y luego, hacia afuera.
Lo que más rescato del camino transcurrido en una empresa familiar como Eidico es el hecho de trabajar y ver el resultado años después. Sentirse parte de un modelo de transformación positiva, viendo que se le da a tanta gente la oportunidad de mejorar su calidad de vida. Creo que ésta fue la mejor apuesta, y dejo el debate original para que otro filósofo más entendido lo continúe.