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Por Mateo Salinas

Mientras estudiaba en la universidad, se me presentó una disyuntiva laboral. Por un lado, tenía una propuesta de trabajo en una empresa multinacional y por el otro, me ofrecían un puesto administrativo en un proyecto inmobiliario que recién comenzaba. Se trataba de un proyecto familiar y cercano, creado por mi suegro Patricio Lanusse, junto a otros miembros de su familia y amigos cercanos. En esa época, todos los de mi generación soñaban con trabajar para una gran corporación. Yo, en cambio, me decidí por el emprendimiento familiar, que no tenía oficina ni nombre.

Así comenzó mi historia en Eidico, hoy una empresa con ciento sesenta empleados y más de noventa proyectos desarrollados. Y cuando reflexiono el motivo de mi elección, sobre qué fue lo que me impulsó a elegir la pyme familiar a la empresa multinacional, encuentro la respuesta en las bases fundacionales. Con el tiempo, entendí que mi decisión tuvo que ver con algo más profundo: una filosofía de vida y una forma de hacer las cosas que hoy, casi 23 años después, sigue siendo el motor de esta empresa. Somos un grupo de amigos trabajando con un ambiente y una cultura espectacular donde dejamos la vida, buscamos el desarrollo personal, disfrutamos lo que hacemos y lo que fuimos logrando con cada proyecto que concretamos. No tenemos miedo de convocar a familiares y conocidos a nuestros proyectos porque no hay nada que ocultar.

Juntos en las buenas y en las malas

Somos una familia y, como toda familia, tuvimos que superar en conjunto varios vaivenes, aprender a trabajar juntos y a mantenernos firmes en nuestras convicciones. Un ejemplo fue la recesión y el golpe que significó la crisis de 2001, que terminó de cambiar las variables. Creíamos que no nos paraba nadie y el mercado inmobiliario de repente se frenó en seco. En ese momento, terminé de dar un salto madurativo como gerente al encarar el proceso con los proveedores y la renegociación de las obras para encontrarle la vuelta y salir adelante.

Después de la crisis, como toda pyme, vino el desafío de crecer sin perder nuestros valores. En 2004 pasamos de veinte a ciento sesenta empleados y vivimos procesos internos muy importantes. Recuerdo una serie de encuentros con los socios en 2007, en los que tomamos la decisión de fortalecer la empresa todo lo posible, buscando el crecimiento de la misma pero con una condición: no sacrificar la cultura de Eidico en pos del crecimiento. Y ahí entendí que esa era la clave: el crecimiento se busca como necesidad para el desarrollo de nuestra gente y el conjunto, y no sólo para la empresa.

 

Crecer sin perder nuestra cultura

Con esa premisa nos obligamos a medirnos cada dos años con la encuesta Great Place to Work, escribimos qué era lo que queríamos como misión interna, comunicamos internamente nuestro credo, que fue escrito por una empleada, y que refleja lo que queremos que se respire dentro de Eidico, y diseñamos un marco interno y un Proceso de Gestión del Desempeño, que le da el mismo valor al cómo y al qué.

El desarrollo que queremos para nuestros empleados es laboral, pero también humano y familiar. Así entendemos a nuestra empresa: no buscamos la competencia entre familia y empresa, queremos un todo equitativo.

Siguiendo ese objetivo nos asociamos al Club IFREI, una red de empresas promotoras de una cultura de Responsabilidad Familiar Corporativa del IAE. El Club IFREI es un espacio de reflexión, análisis y sinergias entre diferentes sectores, donde se fomenta la cooperación. En ese sentido, incorporamos varias políticas internas que promueven y acompañan este espíritu. Algunos ejemplos son la Semana Eidico, donde se cierran las oficinas al público entre Navidad y Año Nuevo, vacaciones no menores a quince días en verano y una semana en invierno entre julio y septiembre, licencias por maternidad y paternidad extendidas, ayuda para guardería a madres con hijos hasta tres años, almuerzo con horario extendido para salir con los hijos, que son siempre bienvenido en nuestras oficinas. Además, hay un día de Eidico y de la familia a fin de año y el día del cumpleaños se trabajo medio día.

Algunas reflexiones finales

  • No concibo que la persona en el trabajo tenga que ser algo diferente de lo que es afuera.
  • Pasamos el 70% de nuestra vida en el trabajo, ¿por qué tener que estar sufriéndolo?
  • Quisimos romper dos paradigmas: el primero es que en el trabajo se sufre, y el segundo es que no se puede trabajar con amigos porque es un ambiente competitivo por definición.