Asfalto y arena, paredes de piedra. Colores tierra, edificios que tocan el cielo. Deporte, gastronomía, historia y cultura. Mar del Plata es una reliquia que sale de la vitrina para acercar también su lado local, ése que tienta a argentinos y extranjeros.

Todo el día corriendo. Uno recorre sus calles y no puede dejar de asombrarse con el espíritu energético de los marplatenses. Un poco de envidia se apodera del turista que piensa, “con el mar susurrando a metros de mi casa yo también saldría a trotar”. Mar del Plata es una ciudad que ofrece potencia y vitalidad. Su secreto se desprende de los acantilados enclavados en el mar, que lindan con una rambla prolija que recorre toda la costa y que es el primer contacto entre naturaleza y civilización.

Un filtro amarillento cubre el panorama marplatense, una arquitectura que congela el tiempo y susurra historias de cuando la gomina, la polera y el peinado estilo Cortázar dominaban los pasillos. Sin embargo, La Feliz no es una foto de la Buenos Aires de antaño con sus barquitos de colores y las familias vestidas de fiesta. Es una ciudad populosa con barrios bien definidos y una oferta cultural envidiable a nivel nacional y muy atractiva para otros puntos del planisferio.

Su otra cara

Son obvias sus cualidades de capital del turismo, que atrae cada año a más de 8 millones de turistas de todos los rincones del país y del extranjero. Sin embargo, los marplantenses están listos para que se reconozcan también los logros de su potencial intelectual y productivo. Hoy hay más de 1700 industrias radicadas en la ciudad, además, el Parque Industrial y el Parque Informático son algunas de estas aristas que demuestran este potencial. Un ejemplo visible de la influencia de este protagonismo más desconocido fue el desarrollo de Finger Olimpics, el juego más descargado durante los Juegos Olímpicos de Londres, creado por ingenieros marplatenses.

A mitad de año se reunió un grupo de empresarios para discutir sobre el protagonismo de Mar del Plata en la industria del país. La inauguración del Museo de Arte Contemporáneo fue sin duda una apuesta importante de la Provincia de Buenos Aires, los balnearios también desembolsaron en infraestructura a partir de licitaciones que se hicieron desde el municipio, y éstos son tan sólo dos ejemplos de las inversiones actuales.

Primeros en pisar su arena

Costa Galana, Lobería Chica, Región del Vulcán y Punta Lobos, fueron algunos de los nombres que bautizaron a esta ciudad cuyos primeros ocupantes fueron los Pampas, indígenas nómades, cazadores y recolectores de frutos.

En 1519 llegaron los primeros españoles, con Magallanes a la cabeza. Casi 60 años después, Juan de Garay entró por tierra por primera vez sin conseguir la formación de una comunidad. Quienes se acercaron a este objetivo fueron los padres jesuitas que en 1747 establecieron una misión a orillas de la actual Laguna de los Padres. Pero la convivencia fue corta, por la hostilidad de las tribus. Un nuevo intento de aprovechar esta tierra fue el de Coelho de Meyrelles, quien instaló un saladero y logró congregar una pequeña población a su alrededor. A su muerte, Patricio Peralta Ramos adquirió una parte de sus tierras y fue quién logró obtener el reconocimiento de la existencia del poblado entonces llamado Puerto de la Laguna de los Padres. Así fue que en 1874 el pueblo recibe el nombre de Mar del Plata, a pedido de su fundador.

Construcciones VIP

La llegada del ferrocarril, en 1886, fue clave para el desarrollo de la ciudad que desde fines del siglo XIX hasta los años `30 se convirtió en el balneario de la elite argentina. Las familias ricas tomaban sus vacaciones en la ciudad desde el mes de noviembre y permanecían hasta Semana Santa. En esta época se construyó el Hotel Bristol, luego fueron apareciendo los hoteles sobre la costa, como así también los chalets y mansiones, que fueron poblando la loma recostada sobre el mar entre la Playa Bristol y el Torreón del Monje. Los materiales utilizados para tremendas construcciones eran traídos de todos los rincones de Europa, especialmente de Italia y Francia.

Hacia mediados de siglo, la expresión ecléctica de materiales, texturas, colores y composición de formas comenzó a convivir con técnicas y materiales locales, entre los que se destacan la Piedra Mar del Plata, la maderas, las tejas y cerámicas.

Cultura que contagia

La Feria del Libro, el Festival Internacional de Cine, el Festival Azabache o el de Jazz; los eventos deportivos, como partidos de la Copa Davis, tramos del Tour de France o el Campeonato Mundial de Voleibol, sumados a los congresos y convenciones de las temáticas más variadas son otras de las actividades que convocan turistas en las diferentes estaciones del año.

Buenos Aires con mar

Más de ochenta años después de que Mar del Plata se consolidara como el destino clásico por definición, uno puede observar un cambio abismal en su paisaje. Por momentos quien la recorra puede sentirse en el microcentro porteño, otras veces, en la rambla de Punta del Este, algunos sectores se asemejan a áreas residenciales propios de cualquier localidad del conurbano, otras calles de tierra nos recuerdan las zonas de la periferia en crecimiento. Es como caminar Buenos Aires pero con un ingrediente especial: el mar. Compañero de día y de noche, de frío y calor; de juntadas con amigos, de salidas románticas, de tardes de reflexión. Una presencia que ofrece una manera diferente de vivir y disfrutar, que por su constancia y vigor despierta a los marplatenses y los invita a seguir apostando en su ciudad.

Mar del Plata para algunos es sol, playa, puerto y churros. Una ciudad con mil recuerdos, con sus leyendas y sus tradiciones. Pero para quien sabe leer el paso del tiempo, este destino, clásico y repetido, está atravesando un momento de quiebre entre lo que fue y lo que quiere ser. Ya lo decía Chazarreta en su Chacarera Mardelplateando:

Cómo te ha pasado el tiempo, cómo ha cambiao tu figura el viento trae aires nuevos que te embellecen no hay duda. 

Destino de ciudad grande pa´ no envidiarle a ninguna.