Por Mateo Salinas.

El otro día salió una nota en reporte inmobiliario sobre el valor que le damos en Latinoamérica al hecho de tener nuestra propia casa, comparando esta lectura con lo que ocurre en lugares desarrollados, donde les parece una mala ecuación económica dejar tanto capital inmovilizado. Podría ser que haciendo el cálculo más matemático del asunto, la visión última sea la correcta.

Sin embargo, es imposible no meter el corazón en lo que se refiere a la vivienda familiar. Cuando uno se casa, pasado el primer impacto de la fiesta y luna de miel, inmediatamente empieza a soñar para ver cuándo puede darle a los suyos su hogar. En algunos casos se empieza antes y es una de las condiciones para avanzar con el matrimonio. Y este paso lo necesitamos para reafirmar nuestro rol de padres. Asegurar el sustento de los nuestros es nuestra misión clave. Entonces, el poder llegar a darles un techo donde dormir y un hogar familiar se vuelve fundamental para muchos.

En Eidico siempre nos preocupamos por estos padres jóvenes y sus inquietudes, sobre todo la de vivienda. Empezamos buscando una solución, primero a su primer lote, con sus primeros ahorros. Después nos involucramos directo con la necesidad de una casa. Y lo hicimos siempre convencidos de que en nuestro país, la tranquilidad y la paz que nos da a los padres tener asegurado el techo, no la cambia ninguna ecuación económica.

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