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2013-12-15 14.17.32Construí muchas veces, es verdad. Pero eso no significa que cada vez deje de ser especial y, especialmente, si se comparte con compañeros de trabajo con los que no había compartido una experiencia así. Es muy difícil poder poner en palabras los sentimientos que generan construir una casa para una familia, especialmente una tan agradecida como los Alegre: una mezcla de felicidad, impotencia por querer hacer más, cansancio, orgullo por el trabajo terminado e indignación por ver que tantas familias viven así.

Llegamos los seis “Bob constructores” el sábado tempranito a encontrarnos, con mucho mucho calor, y partimos a Ezeiza. Ahí conocimos a Mar, nuestra Jefa de Cuadrilla, y a la increíble familia que nos acompañaría el fin de semana: Jessy, Sebas y sus tres hijos, Bryan, Brandon y Flor. Poco a poco se fueron soltando, mientras colocábamos los 15 pilotes de madera, y nos contaron que vivían en el barrio hace siete años, que antes era muy inseguro pero ahora estaba más tranquilo. Sebas trabaja en construcción, clave para darnos una mano con la casa. Calladito, hacía las cosas tanto más veloces que nosotros. Jessy tiene 24 años y ya tiene tres hijos, y uno más que viene en el camino. Vivían en una casa construida por Sebas, con paredes de chapa y madera, un techo que le entraba agua cuando llovía, un solo cuarto para los cinco y un pequeñísimo baño con no muchas cosas.

Con una velocidad impresionante, el sábado terminamos temprano de colocar el piso con un sol rajante. Automáticamente, nos dividimos los roles sin darnos cuenta: Agus (Área de Nuevos Proyectos) se convirtió en la mamá del equipo llevándonos agua, preparando la comida y “obligándonos” a mojarnos la cabeza y ponernos protector; Luchi (Jefa de Proyecto de Paseo del Fuego) calladita, asumió el rol de la chica nivel y la confidente de Jessy; el ingeniero Andi (Gerente de Eidico Hoteles) encontró un millón de técnicas nuevas para acelerar el proceso; Coke (Jefe de Proyecto de Pilar del Este), con su rodilla lastimada, trajo el humor y las energías para nunca aflojar a pesar del calor; Achi (Gerente de Proyectos) fue la fuerza, la prolijidad y el que mejor congenió con los pequeños; y yo (Comunicación Institucional) fui la molesta que los guiaba y, por feminista, no dejaba que me sacaran la pala o el martillo de la mano. Me encanta construir, pero más me gusta cuando el equipo se entiende y trabaja tan bien naturalmente. Volvimos cansadas pero muy emocionados con nuestra eficiencia y por haber conocido una familia tan linda y con tanta alegría y amor para dar.

El domingo se sumaron Majo (redactora de la Revista Tigris), Flor (la novia de Andi) y Poli (la novia de Coke). De vuelta tempranito, partimos a Ezeiza. A pesar del cansancio acumulado y el calor más fuerte, trabajamos impecable. Terminamos temprano y pintamos la casa “muy a lo Tigris”, como dijo Andi. Comimos un montón: picada, empanadas y asado. Nadie lograba entender cómo pudimos levantarnos después de almorzar para seguir trabajando. Pero lo más lindo, fue el momento que compartimos con la familia después. Agus les llevó una pelopincho que tenía en su casa, y a los chicos no se les iba la sonrisa de la cara. Jugamos un juego inventado por Majo en el que les decíamos un animal y Bryan y Brandon los tenían que actuar para que el resto adivinara. Sebas y Jessy fueron felices al ver cómo su casa que con tanto esfuerzo compartido se levantó en su terreno. No paraban de agradecernos y pedirnos que volviéramos a visitarlos cuando podamos, que ojalá podamos hacer pronto.

Volví con unas energías recargadas para terminar el año de la mejor manera posible. A pesar de que estaba muy cansada antes de irme, y ahora me duele la vida, estoy feliz de haber ido. Les recomiendo a todos que, si pueden, vayan. Es muy muy lindo y muy gratificante poder construir una casa a una familia que tanto lo necesita, especialmente tan cerca de las fiestas.

Florencia Bluthgen

Comunicación Institucional